lunes, 12 de julio de 2010

Antonio Tabucchi: la poética de un singular yo plural

Por Dolores Caviglia

A más de cien años de su nacimiento, el 13 de junio de 1888, el pensamiento del escritor portugués Fernando Pessoa, tan alabado por el reciente fallecido Premio Nobel José Saramago, sigue latente en la literatura de uno de sus discípulos más fieles: el italiano Antonio Tabucchi. Y resulta tan actual, que hasta parece yacer por debajo de la masividad juvenil en internet.

El escritor nacido en la región Toscana levantó el guante en una posta que ni siquiera tuvo enlace temporal palpable: Tabucchi respiró por primera vez ocho años después del último suspiro del portugués. Pero en ambos intelectuales tiempo y persona parecen tener la capacidad de la volatilidad, la facilidad del desvanecimiento. Esto es lo que los posiciona como eslabones de una misma cadena, que pareciera tener correlato en los adolescentes de hoy en día.

En sus novelas, Antonio pone en práctica la metedología pessoana de la exterorización de personalidades, lo que se conoce como la creación de heterónimos. El doctor en letras Daniel Alejandro Capano declara en su trabajo sobre Tabucchi El errático juego de la imaginación: “(…) son ‘seres hombres’, ‘duplicados del yo’, alter ego del escritor. Sus presencias se encuentran en dos planos de la creación literaria: el plano correspondiente al ejercicio de la escritura, son seudónimos del autor; y el plano ficcional, pues son seres imaginarios, que poseen vida propia. Cada heterónimo presenta a un hombre diferente, y cada porta es un caso particular, por medio del cual Pessoa se despersonaliza”. Más coloquial aún, son personas o personajes -eso depende de la creencia de cada lector- que escriben en primera persona y hasta tienen biografías, pero que nacieron todos de la pluma del lusitano. Uno de sus trabajos más famosos, Libro del desasosiego, publicado luego de su muerte, fue escrito por uno de estos reveses: Bernardo Soares.


Si bien Tabucchi nunca llevó el desafío del barrido de la identidad tan lejos -al punto de no figurar como autor de lo escrito-, sí lo hicieron sus personajes. Uno de ellos es el protagonista de Tristano muere, una de sus obras más reconocidas. Este personaje declara sin tapujos al periodista que se acercó a su lecho de muerte para escribir sobre su vida: “Has tomado la misma decisión que Tristano, por eso entraste bien bajo su piel, pero qué poder de mímesis, pareces el mismo Tristano, en mi opinión, Tristano eres tú, no sé por qué estoy aquí hablándote de él, Tristano eres tú, has escrito en tu relato exactamente lo que él hizo, eres tú quien padeciste su dilema, lo sufriste en primera persona (…)”. El vaivén acontecido provoca el mareo de la identidad, la primero persona se entrelaza con la segunda y esfuma los límites de la compresión unilateral. Ante ello el lector debe tomar una decisión o soportar la incertidumbre.


Es tal la admiración que siente el italiano por Fernando Pessoa y la obsesión que le provocó su metodología del anonimato -que ya logró varios méritos para entenderse como propia también-, que hasta publicó un libro en el que al portugués dialoga con sus otros “yoes”: Los tres últimos días de Fernando Pessoa (un delirio). Sin embargo, hasta este punto se percibe una diferencia abismal entre ambos, y es que mientras el lusitano convive entre el plano real y el ficcional (ya que es tanto escritor como protagonista de obras), el italiano parece descansar sólo en el que se pretende como verdad. Pero con estos dos escritores el ser y el parecer lejos están de la equiparación. Una vez más, la ambigüedad a la orden del día.


Si se hace foco en las obras de Antonio Tabucchi, la aseveración anterior se derrumba por insegura, por indefinible, así como sucede en ambos escritores con la primera persona. En una de sus obras más recomendables, El juego del revés, su heroína María do Carmo es según la titular de la cátedra de Literatura Italiana de la Universidad de Buenos Aires, María Esther Badín, “indudablemente, un desdoblamiento del propio Tabucchi que le permite hablar de Pessoa, de su mundo, y reflexionar acerca de él y de sus teorías.” Ficción y realidad vuelven a fusionarse. La despersonalización queda asentada, Antonio Tabucchi instala la indefinición en el centro de su literatura. De hecho, uno de los heterónimos de su apreciado portugués, Álvaro de Campos, se animó a declarar una vez: “Fernando Pessoa, propiamente dicho, no existe”. La igualdad de planos ficticio y certero va secundada por esta equiparación de identidades que no consigue más que reforzar la incapacidad de encerrar en una forma delimitable e inteligible al “yo”. Si en cada creación hay cierta despersonalización, la heteronimia y los reveses conllevan a la indistinción, al anonimato.


Fernando Pessoa recomendaba “desasosegar siempre” y hasta se animó a admitir: “No saber de uno, eso es vivir”. Por su lado, Antonio Tabucchi declaró en una entrevista: “Cada uno de nosotros somos muchos”. Ya no restan dudas, quedan todas plasmadas. Y es que tanto el italiano como el portugués confían más en la literatura que se plantea interrogantes que en aquella que se propone establecer definiciones. La falta de claridad es tal, que el revés perdió su condición de contracara y puede postularse tanto como la original. Realidad o verdad, literatura o ficción.





Índice:









No hay comentarios:

Publicar un comentario