jueves, 17 de junio de 2010

“Fracasé como padre”


Por Agustina Casal


Juan Carlos Blumberg es un padre que, movido por el dolor del asesinato de su único hijo, asumió un papel activo en la agenda política argentina durante una época donde los secuestros express y la inseguridad fueron moneda corriente.

Axel, de 23 años y estudiante de ingeniería, fue secuestrado y asesinado en Buenos Aires en marzo de 2004. Desde ese momento, su padre creó la Fundación Axel Blumberg ‘por la vida de nuestros hijos’” de la que es el presidente y desde la que, con movilizaciones que contaron con el apoyo de gran parte de la sociedad, sobre todo la clase media-alta, logró que se aprobaran de leyes penales más estrictas.

Sin embargo, con el tiempo, su popularidad bajó a causa del excesivo perfil derechista de sus propuestas para combatir la inseguridad, y la desconfianza de la gente por presentarse como ‘ingeniero’ cuando en realidad no lo es.

En una entrevista en su Fundación expresó que, después de la muerte de Axel, se reordenó su escala de valores, que su rol como padre le quedó como una cuenta pendiente, que no cree en la justicia pero sí en la religión, y que 'mano dura' es la único que se necesita para reformar a los delincuentes a quienes, además, considera enfermos.



¿Para qué creó la Fundación?

Lo sentí. Cuando volví a casa después de reconocer el cuerpo de mi hijo en la morgue, vi a todos sus amigos llorando y pensé que tenía que hacer algo para luchar por ellos. Como el caso de Axel fue muy importante, me pude entrevistar con el ex Presidente Néstor Kirchner, y ahí empecé con los proyectos penales y las marchas al Congreso a las que fueron más de 350 mil personas a apoyarnos. Fue increíble.


También el Papa, Juan Pablo II, lo recibió en el Vaticano, ¿Se cuestionó por qué le pasó a Axel?

Creo en Dios y en la Iglesia pero esto fue una desgracia que a cualquiera le podría haber pasado. Es circunstancial. El Señor me puso en esta situación para que yo trabaje para que a nadie más le pase lo que le pasó a Axel. Por eso la Fundación y mi rol en la política contra la inseguridad.


¿Qué estrategia plantearía como posible solución contra la inseguridad?

Una propuesta integral tanto política y judicial como social. Es indispensable que la justicia actúe porque en este país se encierra menos del uno por ciento de los delincuentes. Hay que copiar las penas y los modelos de Código Penal de Estados Unidos, Alemania, Suiza, o Canadá.


¿Pero esos modelos no se alejan mucho a la realidad argentina?

Para nada. Chile, que está del otro lado de la Cordillera y no es muy distinto a la Argentina, promulgó en 2005 la Ley Penal Juvenil que bajó la edad de imputabilidad penal a los 14 años. Otro ejemplo es Japón donde hay pena de muerte para quien secuestre y mate. Y se trata de países civilizados...


Gandhi dijo: ‘Ojo por ojo, el mundo acabará ciego’.

Pero no por eso vamos a permitir que los jóvenes asesinos queden libres o sean entregados a sus padres. Es ridículo, una locura. No hay duda que hay que bajar la edad de imputabilidad. En la banda que mató a Axel había cuatro menores que ahora están en institutos de detención.


¿Tuvo contacto con ellos? ¿Alguno de los secuestradores se disculpó?

¡Qué van a pedir perdón! Tuvieron la última palabra en el juicio y no dijeron nada. Son delincuentes, gente podrida, animales. Ellos eran sanguinarios. A mi hijo le metían la pistola en la boca, giraban el tambor y gatillaban…

A ese tipo no se arregla más. Las personas que dañan a la sociedad tienen que estar separada el mayor tiempo posible.


¿No suena contradictorio su planteo de que cuanto mayor sea el tiempo que pase en la cárcel mejor será la reinserción posterior?

Hay personas que tienen al delito en su estructura biológica. Por ejemplo, dos hermanos que se crían en la misma casa y con los mismos padres, uno es normal y el otro es un asesino. Entonces, el individuo tiene genes que no lo dejaron socializarse.


¿Está explicando que el delincuente ya está predispuesto como tal desde la genética?

Por supuesto. Es una forma de ser. Hay gente que es terrible. Claro que yo igual creo que habría que darles una posibilidad y tratar de enseñarles. Pero acá se hace todo al revés. En la provincia de Buenos Aires hay más 600 mil jóvenes que no trabajan ni estudian, son los que están en la esquina, fumando paco y tomando cerveza. A esta juventud que no hace nada hay que cambiarle los hábitos.

Creo en la resocialización. En la Fundación trabajamos mucho para mejorar la situación dentro de las cárceles, por ejemplo, para que los presos aprendan un oficio. Es más, hasta cobraban un sueldo.


¿A qué se refiere específicamente con ‘resolcializar’?

Para cambiarles sus malos hábitos hay que forzarlos. Pero, como el servicio militar de antes no está mas, tienen que asistir a uno social obligatorio donde vivan en cuarteles, se levanten temprano, se bañen, hagan deportes y también aprendan en talleres y oficios. Además habría que hacerles un test de conocimiento y ver para qué sirve cada uno.


La situación que le tocó vivir hizo que se movilizara y asumiera una postura política definida, muy fuerte y que representa bastante a la clase media-alta de la sociedad. ¿Qué otro cambio personal tuvo?

La muerte de un hijo es lo más duro que puede sufrir un ser humano. Me cambió la manera de pensar. Se me reordenaron los valores. Me di cuenta que había cosas, como lo material o el trabajo, que antes consideraba importantes y ahora las veo como pavadas. Yo no le dediqué el tiempo que él se merecía porque lo perdí viajando…


Se lo ve orgulloso a la hora de hablar de su hijo. ¿Cree que hay algo que le haya quedado pendiente con él?

¿Orgulloso? ¡No! Qué voy a estar contento… Yo, como padre, fracasé. No lo pude salvar. Si hubiera hecho las cosas de otra manera, si le hubiera avisado a los medios o hubiera tenido una estrategia, ahora Axel estaría acá conmigo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario