Fotógrafo, editor y docente, Daniel Merle considera que la fotografía, como técnica democrática, tiene que ser un medio para conocer todo, y no un fin en sí mismo.
Por Agustina Heb
A los 56 años, Daniel Merle se encuentra en el mejor estado de un fotógrafo: aquel que fotografía porque le gusta, por placer. “Llevo a todos lados mi cámara”, declara. Detrás de estas palabras se esconde un fotógrafo aficionado.
Luego de transitar un extenso camino, decidió, hace 16 años, dejar paulatinamente de hacer fotos para dedicarse de lleno a la edición, trabajando en varios medios. Hace años, es el editor fotográfico de la revista La Nación donde, también, escribe notas relacionadas al acto de fotografiar, por medio de reportajes.
Este trabajo lo combina con la docencia, al dictar talleres particulares de fotografía documental (PhotoDoc): “Educar se convirtió en mi segunda actividad, me entusiasma por igual…a veces más”, comenta fascinado y añade que hay dos cosas que la enseñanza le garantiza, tener que aprender constantemente y estar en contacto con el pensamiento de los jóvenes, sus “grandes inspiradores”.
Actualmente, visitó PhotoEspaña 2010, en Madrid, un acontecimiento clave del fotoperiodismo, que comenzó el 9 de junio pasado y durará hasta el 25 de julio, y que reúne los trabajos de grandes profesionales.
- ¿Cambió el compromiso del fotodocumentalista en la actualidad?
- Sí, eso ha cambiado mucho porque el fotodocumentalista, en realidad, nació bajo la consigna de que era una persona que se ocupaba, principalmente, de retratar los grandes conflictos humanos, lo que estaba mal y había que reformar. Pero ahora, eso es sólo una parte de la fotografía documental que se hace, porque tiene que ver con la realidad, incluso a veces no tiene que ver con la realidad del contexto, sino la realidad psicológica de la gente.
- ¿En qué sentido realidad psicológica?
- Como la fotografía tiene un gran poder evocativo, hay corrientes de fotógrafos de autores que hacen trabajos más conceptuales, que no están fotografiando un hecho que sucede o un problema en particular, sino que retratan a veces con más libertad, cosas que
tienen que ver con la sociedad pero que son un poco más indirectas o, a veces, tienen que ver con la intimidad, las relaciones personales,
y no tanto con los grandes conflictos sociales.
- Con respecto a Buenos Aires, hay un enorme movimiento que tiene una difusión poco filtrada. Por otra parte, los medios fallan por todos lados. Pereciera que no aprecian el inmenso valor cultural de la fotografía, que se está instalando en el mercado del arte con mucho éxito, pero no como documento. La fotografía es como el agua: siempre se te escurre por algún lado, para el lado del bien o del mal, pero se te escurre.
- ¿Qué es fotografiar?
- El acto de fotografiar es seleccionar una porción de la realidad. Es saber ver.
- ¿Encuentra relación entre la fotografía y la palabra?
- Hay una gran relación porque la fotografía necesita siempre de la palabra, sobre todo la documental necesita un contexto de palabras. La fotografía es una técnica ambigüa: su gran virtud es la veracidad, la verosimilitud con el objeto fotografiado. Pero al mismo

- En general, soy bastante compulsivo y espontáneo. Cuando uno toma una imagen, lo que fotografía se convierte en otra realidad, diferente a la que uno está presenciando.
- ¿Quiere decir que hay un antes y un después?
- Exacto. Hay dos definiciones muy lindas sobre esos momentos, y que siempre las tengo presentes: “Nunca hay que pensar en el momento de fotografiar, se piensa antes y se piensa después”; y la otra es de una gran fotógrafa vienesa que decía: “Cuando fotografío estoy haciendo una pregunta, y el resultado, a veces, es la respuesta”. Y yo siempre sigo ese pensamiento, debido a que cada vez que fotografío estoy preguntando algo o tratando de averiguar cómo es el mundo, las personas, los objetos que veo.
"Educar se convirtió en mi segunda actividad, me entusiasma por igual…a veces más"
- Además de ser editor, usted es docente de un taller de fotografía documental. ¿Cuál fue el motivo de enseñarle a los demás el oficio de retratista de imágenes?
- Empecé en el ’95 con un amigo dando un taller. El después abandonó y yo seguí porque me parecía divertido, cada vez me gustaba más. Por un tiempo fui profesor de fotoperiodismo cuando existía la facultad FotoTEA; luego surgieron clases particulares, y así hasta el día de hoy. Educar me parece algo estraordinario porque te garantiza dos cosas. Una es tener que aprender constantemente y, la otra, estar en contacto con el pensamiento de los jóvenes, que me parece fantástico.
- Le da mucha importancia al rol de los jóvenes…
- Sí. Hay un escritor que decía que cuando era joven se acordaba de todo. Parece contradictorio, ¿no? Yo pienso que los adolescentes encierran -en su falta de experiencia, en su idealismo o cinismo, o en la hipocresía que puedan tener- todo el conocimiento, y uno lo úni

- Hoy no me defino ni como un artista, ni como un fotoperiodista. Soy un fotógrafo aficionado, ocasional, que tuvo la fortuna de dedicarse a este oficio. Diría que estoy en el mejor estado de un fotógrafo, el que hace las cosas porque les gustan y no por otro condicionamiento. Tampoco espero encasillarme en esto, podría resultar peligroso, debido a que el fotógrafo es un tipo muy maníaco. Por lo general, el fotógrafo lee algo del género, habla de fotografía, ve fotografía. Esta técnica, al ser democrática, da la posibilidad de expresar y, por eso, tiene que ser un medio para conocer todo, y no un fin en sí mismo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario