domingo, 13 de junio de 2010

La educación vista desde el sur

Por Paula Capotorto

“La libertad no es la ausencia original de condicionamientos, sino la conquista de una autonomía simbólica por medio del aprendizaje (la educación) que nos aclimata a innovaciones y elecciones sólo posibles dentro de la comunidad”, narra Fernando Savater en “El valor de educar”.

La educación tiene hoy en día un rol fundamental dentro de las políticas de los gobiernos sudamericanos. En los últimos años, los diferentes países de la región modificaron sus leyes de educación y le asignaron así un nuevo papel a la enseñanza.
Todas las reformas coinciden con el cambio de color político que se da de forma homogénea en los países del sur de América. Una cuestión no menor es que el mundo hispanoparlante tiene conexión entre sí y los cambios tienden a imitarse fuertemente por esta identificación lingüística.

“Desde la crisis del petróleo en 1971 comenzó una fuerte oleada que normalmente llamamos ‘neoliberal’ que puso a las políticas sociales en jaque, muchas se eliminaron y otras se reformularon. Este es el caso de la educación. Las políticas públicas deben ser financiadas y Sudamérica es proclive a financiarlas a través de préstamos de organismos internacionales que ponen condiciones. En los noventa esta exigencia apuntaba a poner la educación al mismo nivel que cualquier ‘servicio’. Así el tema de los recursos pasó a ser fundamental. Quienes pudieron hacer frente a este requisito fue el sector privado que comenzó a cooptar "clientes" de, anteriormente, "consumidores" de servicios que antes brindaba el Estado”, afirma el politólogo especialista en educación, Lucas Krotsch.

De esta manera, el docente Maximiliano Gallo, que dicta la materia Políticas Educativas en la Carrera de Educación, coincide en que las leyes suelen responder al contexto político en el cual se establecen y se llevan adelante. “Los diferentes gobiernos actúan en función de una determinada concepción del mundo o ideología. En función de esto, impulsan una serie de políticas de Estado que van de la mano de estos fundamentos”, aclara.

Por otro lado, Sergio Trippano, egresado de la Universidad Nacional de Rosario con un Posgrado en Ciencias Sociales con orientación en educación, sostiene que hay que mirar cada país en particular, no es lo mismo Ecuador que Brasil, ni siquiera la concepción que hay del Estado en cada uno de ellos. Así por ejemplo “En Argentina la educación sigue siendo pública, sin embargo en Brasil la educación pública es para la elite”, admite.

“En el caso sudamericano, los gobiernos que han asumido en esta década lo hicieron con un discurso más o menos crítico respecto del conjunto de políticas desarrolladas en los años noventa. En este sentido, varios han planteado la necesidad de modificar la legislación en la búsqueda de poder tener un marco en donde poder articular las acciones que lleven a dar solución a una serie de problemáticas que en dicha región siguen siendo una deuda, por ejemplo la posibilidad del acceso a la educación”, manifiesta el licenciado Gallo.

Según Trippano, “La educación esta fraccionada y tensionada”. “En los países que vivieron dictaduras muy fuertes se intenta armar algo. La idea de los noventa es fundar un nuevo sistema: “Esto hay que hacerlo de nuevo”, sostiene. Así mismo, el politólogo Krotsch explica que la educación de los noventa se liberaliza por la asfixia fiscal y los gobiernos de América del Sur se alinean a la lógica del mercado del primer mundo fundamentalmente de los Estados Unidos.
“La educación pública comienza a ser ‘evaluada’ y ‘monitoreada’, en pos de racionalizar los recursos para lograr otro concepto famoso de la década que aún perdura, la ‘calidad’. La situación sudamericana cambia radicalmente en el 2000 con los gobiernos que vienen a reaccionar supuestamente contra esas políticas de los 20 años anteriores”, señala Krotsch.

Si no existe una profunda y extensa voluntad de hacer de la educación la principal herramienta del desarrollo social y económico, se puede hacer una ley cada cuatro años y nada cambiará. La ley solo será positiva y se verán los cambios si realmente se encarna un espíritu reformista desde las mismas bases del sistema.

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